miércoles, 13 de febrero de 2013

A 70 años del telegrama que alertaba al mundo sobre el Holocausto

Hace setenta años, el 8 de agosto de 1942, el representante del Congreso Judío Mundial en Ginebra, Gerhart M. Riegner, envió un telegrama a los diplomáticos británicos y estadounidenses con información confiable acerca de los planes de Hitler para aniquilar a millones de judíos europeos. El telegrama fue la primera palabra fidedigna sobre que los nazis en efecto tenían un plan de exterminio coordinado.Unos días antes, Riegner había recibido una llamada telefónica de un amigo en la Federación de Comunidades Judías de Suiza con la noticia de que un industrial alemán le había hablado de un plan que estaba siendo discutido por Hitler para exterminar a los judíos de Europa. El cable que luego envió a los diplomáticos británicos y estadounidenses en Suiza fue el siguiente: «He recibido un alarmante informe sobre el plan que está siendo discutido y considerado en las oficinas centrales del Führer para exterminar de un solo golpe a todos los judíos de los países controlados por Alemania, los que constituyen tres y medio a cuatro millones después de la deportación y la concentración en el este, solucionando de una vez y para siempre el problema judío. La campaña está prevista para el otoño, se discuten distintos métodos incluyendo el ácido cianhídrico.» Riegner instó al vice cónsul de Estados Unidos en Ginebra para que informara a la administración en Washington del plan y para transmitir el contenido del telegrama a Stephen Wise, presidente del Congreso Judío Mundial y amigo personal del presidente de EEUU Franklin Roosevelt.Sin embargo, Wise recibió el alarmante mensaje de Riegner sólo tres semanas después, el 28 de agosto de 1942. El presidente del Congreso Judío Mundial de inmediato lo comunicó a las autoridades de Estados Unidos, pero el telegrama fue recibido con incredulidad a pesar de la evidencia ya existente sobre ejecuciones en masa. El Departamento de Estado de EEUU lo consideró «un rumor salvaje, impulsado por las preocupaciones judías», mientras que la Oficina británica se negó a enviar el telegrama en ese momento, y pidió que las denuncias sean investigadas primero. No fue sino hasta el 25 de noviembre de 1942 que el Departamento de Estado de EEUU contactó al presidente del Congreso Judío Mundial Wise, confirmando el informe de Riegner y otorgando permiso para que éste comunique sobre las noticias del Holocausto al mundo. Llevó otros 14 meses hasta que, en enero de 1944, el presidente norteamericano Roosevelt creó la Junta de Refugiados de Guerra, cuyo objetivo era tratar de salvar a los judíos. «Desde mi primer telegrama, 18 meses han pasado durante los cuales la masacre continuó e inexorablemente millones de judíos fueron sacrificados», escribió Riegner en sus memorias.Durante el resto de su vida Riegner estuvo obsesionado por el hecho de que muchos de los seis millones de judíos asesinados en los campos de concentración nazis podrían haber sido salvados si los Estados Unidos y Gran Bretaña hubiesen actuado con celeridad después de su aviso enviado desde Suiza. «Nunca sentí tan fuerte la sensación de abandono, la impotencia y la soledad como cuando envié ese mensajes de desastre y horror para el mundo libre, y nadie me creyó», recordó Riegner en sus memorias.«Lo hablamos durante cinco o seis horas, caminando por la orilla del lago. ¿Lo tenemos que tomar en serio? ¿Es concebible matar a millones de personas? ¿Es creíble?» Riegner agonizaba. Decidió que si lo era.Riegner pasó a servir como Secretario General del Congreso Judío Mundial desde 1965 hasta 1983. El presidente francés François Mitterrand lo condecoró con la Legión de Honor en 1987. Estuvo involucrado de cerca en el proceso, a menudo difícil, de mejorar las relaciones con la Iglesia Católica Romana, y estuvo presente en la firma del acuerdo básico de la normalización de las relaciones entre la Santa Sede e Israel en 1993.Riegner también estuvo activo en las Naciones Unidas, especialmente en la campaña para anular la votación de la Asamblea General de 1975 que equiparaba al sionismo con el racismo. La resolución fue anulada finalmente en 1991. El Departamento de Estado de EEUU contactó al presidente del Congreso Judío Mundial Wise, confirmando el informe de Riegner y otorgando permiso para que éste comunique sobre las noticias del Holocausto al mundo. Llevó otros 14 meses hasta que, en enero de 1944, el presidente norteamericano Roosevelt creó la Junta de Refugiados de Guerra, cuyo objetivo era tratar de salvar a los judíos. «Desde mi primer telegrama, 18 meses han pasado durante los cuales la masacre continuó e inexorablemente millones de judíos fueron sacrificados», escribió Riegner en sus memorias. Durante el resto de su vida Riegner estuvo obsesionado por el hecho de que muchos de los seis millones de judíos asesinados en los campos de concentración nazis podrían haber sido salvados si los Estados Unidos y Gran Bretaña hubiesen actuado con celeridad después de su aviso enviado desde Suiza. «Nunca sentí tan fuerte la sensación de abandono, la impotencia y la soledad como cuando envié ese mensajes de desastre y horror para el mundo libre, y nadie me creyó», recordó Riegner en sus memorias.«Lo hablamos durante cinco o seis horas, caminando por la orilla del lago. ¿Lo tenemos que tomar en serio? ¿Es concebible matar a millones de personas? ¿Es creíble?» Riegner agonizaba. Decidió que si lo era.Riegner pasó a servir como Secretario General del Congreso Judío Mundial desde 1965 hasta 1983. El presidente francés François Mitterrand lo condecoró con la Legión de Honor en 1987. Estuvo involucrado de cerca en el proceso, a menudo difícil, de mejorar las relaciones con la Iglesia Católica Romana, y estuvo presente en la firma del acuerdo básico de la normalización de las relaciones entre la Santa Sede e Israel en 1993.Riegner también estuvo activo en las Naciones Unidas, especialmente en la campaña para anular la votación de la Asamblea General de 1975 que equiparaba al sionismo con el racismo. La resolución fue anulada finalmente en 1991. Fuente: Raíces, revista judía de cultura Número 92