domingo, 3 de febrero de 2013

Una experiencia de terror en pleno régimen de Mubarak

El 25 de enero de 2011 comenzaron las revueltas en Egipto Hace ya dos años, en enero de 2011, me encontraba en el Cairo. Había estado viajando por África y hacía ya dos meses que tenía contacto con el mundo árabe a través de Sudán y Egipto. El pueblo árabe hasta ese momento se me había presentado como muy abierto con los extranjeros, hospitalario. Esto me fascinó por completo, ya que desde afuera siempre recibí ideas equivocadas, relacionadas entre otras cosas al terrorismo, algo muy común cuando uno no conoce una cultura. En el momento en que se desató la revolución nos encontrábamos esperando las visas para ir a la India y a Irán. Los primeros días lo más llamativo fue ver a los egipcios manifestándose pacíficamente en la plaza Tahrir, entonando cánticos para que Mubarak dejara el gobierno. Nos alojábamos en un hotel a tres cuadras de la plaza, lo que nos permitió recorrerla y hacer fotos y videos de todo lo que acontecía. Realmente se sentía algo fuerte, pero nunca me hubiera podido imaginar lo que vendría después. A los tres días de que empezara la revolución nos mudamos a la casa de nuestro amigo Mohammed en un barrio alejado del centro, ya que la seguridad empezaba a preocuparnos... El ambiente se fue volviendo cada vez más denso. La policía se retiró de las calles e hicieron acto de presencia los militares con sus tanques. Por las noches había enfrentamientos con piedras y bombas molotov entre grupos anti y pro Mubarak. Por el toque de queda no se podía estar en la calle después de las 2, 3 o 4 de la tarde, dependiendo el día. Sí se podía caminar por el centro de la ciudad, pero siempre con pasaporte en mano, ya que cualquier civil estaba en su derecho de pedírtelo para corroborar tu identidad y ver que no fueras un espía. Se trataba de una actitud común hacia toda persona que caminase por ahí, pero con especial énfasis en todos aquellos con aspecto de extranjeros, es decir, tez clara y cámara de fotos en mano. Durante esos primeros tres días cortaron el servicio de telefonía móvil en todo el país, algo impensable para cualquiera ¿cómo iban a dejar sin celulares a todo un país? Eso nos dio la pauta de que la situación ya era insostenible. Con internet hicieron lo mismo. Empezaron con Facebook, ya que decían que la revolución se había gestado por ahí y dieron de baja el sitio por dos semanas, mientras que Internet en general estuvo cortado una semana. Eso fue muy difícil para nosotros ya que nuestras familias estaban muy preocupadas. Justo el primer día que cortaron los celulares yo me estaba mudando a lo de Mohammed; había ido a la casa una vez y no recordaba bien el camino, así que estuve un día entero buscando la dirección, con mucha gente manifestándose por las calles. Logré llegar a eso de las 10 de la noche. No había tenido forma de comunicarme y mis amigos estaban muy preocupados. Para esta altura ya se veía que lo que estaba pasando en el país era algo gravísimo, la gente ya no se manifestaba sólo en la capital, sino además en ciudades como Port Said o Ismailía. Se veían aviones de guerra sobrevolando a toda velocidad el centro, haciendo un estruendo terrible para amedrentar al pueblo. Me sorprendió la cantidad de mujeres que había en las manifestaciones, no es algo que se vea frecuentemente. Empezada la segunda semana de revolución, alrededor de las 14, fuimos al centro para hacer algunos trámites relacionados con las visas. Cuando nos acercamos a una parada de colectivos para regresar a la casa de nuestro amigo Mohammed, se nos acercaron unos civiles con cara de pocos amigos, quienes nos pidieron los pasaportes (algo normal por esos tiempos) y nos metieron a la fuerza en una combi. Estos hombres paranoicos, que creían que éramos espías o algo por el estilo, casi no hablaban inglés, razón por la cual llamamos a nuestro amigo para que hablara con ellos. Finalmente él nos dijo que no nos preocupáramos, que nos iban a llevar con las autoridades para hacer un chequeo de identidad. Mantuvimos la calma... hasta que a mi amigo Pablo le pegaron un cachetazo para que se callara. Después de llevarnos a dar varias vueltas por la ciudad en camioneta (lo cual incluyó una parada en una estación de policía en la que no quisieron atender a estos civiles) nos llevaron hasta una construcción en cuya entrada habían dos tanques militares. Nos dijeron que se trataba del edificio de inteligencia de El Cairo. Allí nos despojaron de todos nuestros efectos personales, y fue entonces cuando todo se empezó a teñir de negro. Al principio creíamos que simplemente nos iban a hacer un chequeo para después dejarnos ir, pero no. Los tonos de voz fueron cada vez más violentos. Se llevaron nuestros pasaportes y nos dejaron custodiados por soldados de no más de 18 años, armados con ametralladoras. A continuación nos ataron de pies y manos, al mismo tiempo que nos acusaban de ser espías israelitas y de trabajar para la policía. La situación era inconcebible, casi como si estuviéramos en una película de Hollywood. Y entonces todo se tornó aún más confuso. Como teníamos frío nos preguntaron amablemente si queríamos pasar al interior de uno de los tanques, y así lo hicimos. Una vez dentro, primero nos dejaron desatarnos las manos y los pies, para luego convidarnos con cigarrillos, Coca-Cola, manzanas, pollo, arroz e incluso con unos pastelitos que la madre de uno de los soldados había hecho. Estuvimos así un buen tiempo hasta que finalmente nos ataron de nuevo y nos sacaron del tanque porque habían llegado "los hombres de inteligencia". Fue entonces cuando todo se ennegreció completamente: estos hombres nos amenazaron apuntándonos armas al cuerpo y jugando con el cargador de la ametralladora. Nos pegaron en la cara y en las orejas, nos zarandearon de arriba abajo y nos maltrataron psicológicamente diciéndonos en un inglés muy precario que nos iban a matar, que nos iban a violar, que no había más embajadas para nosotros. Entonces hizo acto de presencia un hombre de bigote ancho y sobretodo negro hasta los pies al cual le acomodaron una silla para que se sentara delante nuestro. Pensamos que finalmente iba a estar todo bien, que esta persona nos iba a entender y se iba a dar cuenta de que nosotros no éramos nada, unos "pichis" turisteando por Egipto. No fue así, ya que no solo no hablaba una palabra de inglés, sino que después de unos 10 minutos de monólogo en árabe nos dijo: "You, burn, fire" (ustedes, arder, fuego). Tengo imágenes de mi amigo Pablo, tirado en el piso atado de pies y manos diciéndome "Juli, ¿qué está pasando?". Nunca tuve tanto miedo en mi vida. Ahí aprendí lo que es llorar sin lágrimas. Ya de noche, magullados y cansados, nos pusieron bolsas en la cabeza y nos subieron a un colectivo en donde nos siguieron maltratando psicológicamente mientras nos llevaban a dar vueltas por vaya a saber qué otros lugares. Entonces nos llevaron a una oficina en donde nos sacaron las bolsas de la cabeza y un hombre que hablaba perfecto inglés nos dijo: "I´m sorry, this was a mistake" (lo siento, todo fue un error), luego de lo cual nos hizo escribir una suerte de declaración de todo lo que nos había pasado y de lo que habían hecho con nosotros. Finalmente nos devolvieron todas nuestras pertenencias, y los mismos militares que nos habían amenazado de muerte, con el mismo colectivo con el que nos habían secuestrado, nos llevaron a casa. Ya eran alrededor de las 12 de la noche. Mientras salíamos de este último lugar vimos cómo llegaba otro colectivo lleno de extranjeros, aproximadamente unos 20, todos con los ojos vendados. Al día siguiente no salimos a la calle. Unos días después unos amigos nos comentaron que el pueblito donde estaban ellos estaba tranquilo, así que pasamos a buscar la visa de Irán y nos tomamos un colectivo directo hasta Hurgada, un pueblo costero turístico sobre el Mar Rojo. En el viaje nos pararon tres veces para verificar quién viajaba en el colectivo, revisándonos los pasaportes y haciéndonos preguntas como a todo extranjero. Apenas llegamos a Hurgada nos recibió en la estación un oficial de policía que ya sabía todo lo que nos había pasado y que nos anunció que él nos iba a cuidar. Fue bastante raro, pero finalmente no pasó nada y el hombre realmente se preocupó por nosotros, llamándonos para ver como estábamos. Nos quedamos hasta que Mubarak renunció. Luego volvimos a El Cairo para hacer noche antes de seguir viaje, y allí pudimos ver cómo la ciudad parecía estar de fiesta, aunque una fiesta un tanto rara. La gente festejaba en las calles pero aún sin saber muy bien qué es lo que tenían por delante, ya que la única propuesta que había era la de los Hermanos Musulmanes, y no era la que más les cuajaba a todos. A la mañana siguiente salimos con rumbo a Israel, y al pasar la frontera, dejamos atrás un poco ese sentimiento de no sentirnos seguros en ningún lado.... http://www.lanacion.com.ar/1548776-una-experiencia-de-terror-en-pleno-regimen-de-mubarak